Hablemos de un problema
estructural de las empresas: organización transversal versus
organización piramidal. La vieja escuela de dirección de empresas
asegura que una buena gestión piramidal en una compañía garantiza
el control de cualquier firma. Los de arriba ordenan y los de abajo,
los trabajadores, obedecen dentro de un plan de gestión, con
responsabilidades repartidas y de un organigrama muy bien
estructurado.
Las estructuras de
dirección piramidales es cierto que tienen la ventaja de que
resultan más escalables, pero también que esa fórmula puede restar
protagonismo a la creatividad, a la innovación, a la colaboración
espontánea y a la promoción del talento. En ocasiones, los
protocolos internos de las empresas con estructuras piramidales
impiden dar respuestas comerciales rápidas, algo que se puede
traducir en una pérdida de oportunidades y en retrocesos en lo que
se refiere a cuotas de mercado.
Cultura productiva
Los últimos cambios
producidos en la cultura productiva, que son parte de una evolución
que se extiende a toda la sociedad, dicen que esa fórmula está
obsoleta. Que la tendencia, que lo que realmente funciona ahora, es
promover la colaboración entre iguales. Lo que se conoce como
organización transversal.
Con la organización
transversal se tienen más garantías de que la información
estratégica de las empresas fluya más rápidamente y las respuestas
sean más flexibles, más dinámicas y la organización más
competitiva.
Para algunos
especialistas, cuando el ecosistema de la empresa deja de responder a
las necesidades del entorno en el que se desarrolla la actividad
económica, la compañía va camino de la extinción.
Las estructuras
empresariales de organización vertical corren el riesgo de fosilizar
sus activos con el respaldo de rutinas que han funcionado por
tradición en la cultura interna de las empresas pero que son una
llamada al ayer y no al futuro. El único camino hacia el futuro es
el que sigue la línea de una organización transversal bien
definida.